Guerra de la Independencia Española

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De la serie conflictos armados:
Guerra de la Independencia Española
3Mayo.jpg
Posible causa de la guerra
Lugar y fecha España y Lusitania, 1808-1814
Bandos Espiña Francia
Fuerzas Banderarara.gif España
Bandera británica.png Reino Hundido
Bandera de Portugal.png Lusitania
Bandera de Francia.png Gabachos Napoleónicos
Polonia.gif Gran Ducado de Varsovia
Comandantes Banderarara.gif Francisco Javier Castaños
Banderarara.gif Joaquín Blake
Banderarara.gif Francisco de Goya
Banderarara.gif El Cura Merino
Bandera británica.png Duque de Wellington
Bandera de Portugal.png Viriato
Bandera de Francia.png Napoleón Malaparte
Bandera de Francia.png J&B (José Bonaparte, alias Pepe Botella)
Bandera de Francia.png Mariscal Darth Murat
Armas Banderarara.gif Guerrilleros
Bandera británica.png Flema británica
Bandera de Portugal.png Cazadores
Bandera de Francia.png Armada Imperial
Polonia.gif Lanceros polacos
Bajas Banderarara.gif
Muertos: muchos
Heridos: más
Desaparecidos: 0
Bandera británica.png
Muertos: 67.213
Heridos: 111.111
Desaparecidos: -2.334 (fueron encontrados)
Bandera de Portugal.png
Muertos: 12.441
Heridos: 0'1111123
Desaparecidos: 500.000
Bandera de Francia.png
Muertos: 250.000
Heridos: 600.000
Desaparecidos: 69.
Polonia.gif
Muertos: 19
Heridos: 35
Desaparecidos: 981.283
Resultado Owned Napoleónico


La Guerra de la Independencia Española fue un decisivo conflicto militar entre el oscuro Imperio Francés de Napoleón Malaparte y los pueblos libres de la Península Ibérica apoyados por la Pérfida Albión. Esta ayuda, junto con la aparición de curas guerrilleros y demás echó a los gabachos de España en menos que canta un gallo. Pretendía el enano cobarde echar a España a un buen rey como Fernando VII de España y poner en las riendas de la nación a su hermano Pepe Botella, un jovenzuelo muy dado a las fiestecillas. ¡Además quería suprimir la Inquisición, imponer la libertad religiosa y la libertad de prensa...!

La guerra de guerrillas, cañonazos, sablazos y explosiones en el cogote tuvo lugar durante las Guerras Bonapartistas, por las cuales Malaparte pretendía conquistar el mundo. En España se enfrentaron libegales afrancesados (obviamente gays) y absolutistas monárquicos (curas, nobles y catalanes). Al perder los gabachos, no llegó, gracias a Dios, la Revolución Francesa a los hogares españoles, sino que llegaron las Guerras Carlistas.

Todo comenzó un apacible 2 de mayo en Madriz, con mamelucos moros armados hasta los dientes paseándose por la puerta del Sol, granaderos bigotudos al servicio de Napoleón con el fusil en las manos... y el villano mariscal Darth Murat en la capital tramando planes. En esas circunstancias, los malos trataron de secuestrar al infante Don Felipe Juan Froilán de Todos los Santos, a lo que los madrileños respondieron cargándose de un macetazo en la cabeza al general Legrand. Entonces hubo un pim-pam y se avisó a Goya para que pintara no sé que cuadros.

La guerra había comenzado. Aún tenía que venir el Emperador en persona, los guiris y los lusitanos, pero las broncas, tropezones y malentendidos pasarían a la historia.

Contenido

Bandos

Aquí había mucha complejidad. No era sólo rojos y fachas.

"Je te veux pour mon armée".
El duque de Wellington, que vino a reírse de nosotros mientras nos ayudaba.

Ejpañoles

Eran los buenos, por supuesto. Nosotros ya los conocemos bien. Eran gandules, cabrones, cobardes y se peleaban entre ellos. Al estar el buen y deseado rey Fernando encerrado con su familia en una oscura mazmorra del castillo de If junto al conde de Montecristo, no había nadie con suficientes cojones para ponerse al mando y decir:

¡Los malditos gabachos que se larguen... y punto en boca! ¡Si yo digo es que posible echar a Napoleón de España en dos días, se puede!

El Conde de Floridablanca lo intentó, pero fue retado a un duelo por dieciocho generales. El pobre hombre, a su edad, desistió. Entonces se hizo un acuerdo para armar un caos mayúsculo donde todos hacían lo que les daba la gana. Los generales iban a la batalla según las ganas. Los curas no iban a la iglesia y nadie mandaba en ningún sitio. A este nuevo orden se le llamo Las Juntas Provinciales. Estas juntas estaban gobernadas por los ricos de turno, casi siempre banqueros judíos sionistas, que no tenían influencia sobre la población.

La gente de la calle era más valiente. Iba a luchar con caña de pescar, sartén o él bastón que le había quitado al abuelo mientras este dormía la siesta. Los franceses pusieron en circulación muchos chistes aludiendo a su par de cojones y a sus maniobras militares ridículas. En el 2-M se vieron las caras con ellos. Madrid se convirtió en el Stalingrado español gracias a los madrileños, que se enfrentaron a los mamelucos castrati del Imperio.

Gabachos

Napoleón según Goya.

Los malos malísimos de la guerra y de todas las películas en general. Llevaban uniformes muy guays, eso sí, y estaban bien organizados por el mariscal Darth Murat, gran Moff de España hasta que llegó Pepe Botella. Su lema predilecto era: ¡Allons enfats per la patrie...!. Cuando salían a la calle a cantar esta canción y la Marsellesa, hasta los perros huían despavoridos. Pero, como se ha dicho, eran malísimos. Las iglesias las usaban como depósitos para guardar la caca de los caballos, por no decir que robaban obras de arte como La Gioconda (sí, ya sé que no estaba en España, pero que más da...).

Todos, por supuesto, eran revolucionarios jacobinos herederos de la revolución francesa que venían a España con sus malvados líderes a extender la revolución. Protagonizaron asaltos a propiedades de la nobleza española, como el robo de doscientas botellas de Bat 69 de las bodegas de la mansión de Alba. Por supuesto el vino iba todo para su líder, Pepe Botella, gran Moff supremo de Hispania tras irse Murat a matar italianos con su trabuco.

Pepe Botella era el francés más vil y cruel de todos. Cada día aprobaba perversas leyes que promovían la poligamia y la libre circulación de las novelas del Marqués de Sade, sus obras favoritas. A pesar de ello era bastante cobarde, por eso, cuando las cosas se pusieron feas, huyó a sus tierras en Francia y dejó que sus hermanos jacobinos se quedaran para arreglar el asuntillo. Hay que decir que era el gran hermano de Napoleón, que le necesitaba para sacar jugo de España, osease barcos, barcos... barcos... y oro de América... jajaja.

Todo por designios expresos del mismísimo emperador Malaparte, bajito y siniestro, carismático estratega capaz de zurrar a la vez a ingleses, austríacos y rusos mientras se tomaba un café con leche. Al principio había muchos de franceses, y se lo pasaban bastante bien haciendo turismo, pero desde que llegaron los ingleses comenzaron a caer como las moscas. Además, la población autóctona no los veía como amiguetes, y por ello, cada día se mataban unos 60 franceses...

Ingleses

Antes de la guerra nos estuvieron tocando los huevos. Pero justo hasta que se disparó el primer tiro contra un gabacho en Madriz. Entonces se dijeron: ¡Coño, que a lo mejor cruzan el charco! Todos pa' España a ayudar. Vinieron muchos casacas rojas al mando el general Wellington, nacido en Nueva Zelanda. Como eran unos listillos se pensaban que la cosa estaba ganada, pero cuando, al desembarcar, llegaron los batallones de la muerte alemanes al servicio del Emperador, se pusieron en su sitio.

Ayudaron bastante, pero se quedaron con ciertos cuadros que eran nuestros, como la piedra Rosseta. Su jefe, Wellington, estaba deseando verse las caras con algún enemigo serio, porque hasta la fecha había tenido que conformarse con sólo indios. Sus lameculos predilectos eran los portugueses, que hacían de aliados inútiles pero que sirven para molestar al enemigo un poco. En España hicieron turismo del bueno, visitando las ciudades de Talavera, Salamanca, Vitoria y Pamplona.

Batallas y campañas

A pesar de su mente privilegiada, Charly IV no supo ver que Napoleón no era bueno.
Cuando Fernando VII se fió de Napoleón la cagó, y este le volvió malo. Aquí lo vemos con la bandega fgansesa del Imperio. En España era el rey más querido de todos hasta que volvió con ganas de soltar mamporros.

Corrmienso

Las cosas andaban regular en España. Los ingleses nos habían ganado en la batalla de Trafalgar, pero habíamos ganado a los portugueses en la guerra de las naranjas, tras la cual España pudo al fin exportar fruta a Portugal. Mandaba en la nación un inepto llamado Godoy, alias El Chanchullero, que estaba enamorado de, entre otras personas, Napoleón. Este le engañó para dejar entrar en España a la pequeña cantidad de 100000 soldados suyos para ir a convencer a los portugueses de que también les dejaran exportar fruta a ellos.

Lo que en verdad le interesaba a Napoleón era la armada española, para evitarles el mal trago de cruzar el canal de la Mancha a nado y en paños menores. Pepe Botella, por su parte, había oído hablar de los vinos de la región de boca de peregrinos que volvían de hacer el camino de Santiago y de volver a las batidas de caza del rey Carlos IV. El plan gabacho era el siguiente: timar al rey tonto de España, entrar con los 100000 hijos de puta (no confundir con los 100000 hijos de San Luís), tomar Madrid con la excusa de la visita a la puerta del Sol, coger los barcos, subir y navegar hasta Inglaterra...

Napoleón, entre tanto, para evitar que las cosas salieran mal debido a la presencia de Carlos IV y Fernando VII, les invitó a una reunión con el presidente estadounidense Thomas Jefferson donde discutirían sobre como atacar Portugal. Pero era todo una broma. Napoleón encerró a los tontainas de los reyes en la mazmorra del castillo de If junto a otros desertores conocidos, a saberse el conde de Montecritso y Gérard Depardieu. Podríamos contar los temibles castigos a los que eran sometidos allí (como prohibirles jugar al mus, no comer chocolate siete veces al día, etc...)

Pájaro loco y Búho (nombres clave de Fernando VII y Carlos IV) ya estaban en la jaula. Aún quedaba gorrión (el infante Don Felipe Juan Froilán de Todos los Santos). El perverso mariscal Darth Murat, cuñado de Lord Voldemort y tatarabuelo de Darth Vader, se encargó de ello. Envió a la legión 501 a por el niñato. Cuando ya estaba en el saco, llegaron las hordas de fanáticos españoles, garrote en mano pra impedir la operación gabacha. Se armó el Stalingrado español en la ciudad, luchando calle por calle a base de lanzar macetas en la cabeza a los franceses (así murió el general Legrand, de la legión 501). Pero al final, las fuerzas moras del malvado Napoleón cayeron sobre los buenos como rapaces.

En Francia Napoleón se enteró de que el pastel había sido descubierto, pero ya iba en hermanísimo Pepe Botella en carro (con una bodega monumental) hacia Madrid. Hay que tener en cuenta que en esa época no estaba prohibido conducir borracho. Ignoraban que en Móstoles se habían reunido todos los alcaldes de la región con sus trabucos de retrocarga llenos de metralla y con sus dogos canarios sedientos de sangre para ir a zurrar franceses con la tropa.

Se echa a algunos gabachos

Versión idealizada del tamborilero del Bruc. Obviamente era mucho más feo y más viejo.
Napoleón dirige a la caballería polaca al frente de la batalla de Somosierra, donde se enfrentó a los enanos picapedreros de la minas, un cuerpo de élite del ejército español.
Carga de los húsares franceses en la batalla de los Arapiles. Obsérvese el color brillante de sus uniformes y al granadero francés dirigiendo el ataque.

La guerra en sí comenzó cuando, con un buen par de cojones, el bando de los alcaldes de Móstoles declararon la guerra a Napoleón con las siguientes palabras: ¡Que venga el jodio gabacho pa' que le de un escopetaso! Mientras iban para Móstoles dos batallones de granaderos imperiales a ajustar las cuentas con los alcaldillos, estos ya habían metido todo el dinero en sus cofres y corrían despavoridos hacia Cádiz con la esperanza de coger un bergantín hacia las Américas antes de que sus calzones ardieran en las hogueras republicanas de París, entre gritos y chillidos de fanáticos izquierdistas.

Fueron alcanzados en Sierra Morena... jamás se volvió a saber de ellos. Actualmente se cree que fueron capturados y enviados a Ghana para paliar el hambre. No se sabe que les ocurrió, pero ya se supone... ¡paz a sus almas!

Pero entre tanto, en Barcelona hacía aparición el generalote francés más sanguinario de todos. Era italiano y gay, y se llamaba Leonardo Di Caprio, y se vio las caras con los milicianos barceloneses y los mercenarios suizos, que mucho ruido y pocas nueces. Como era ya habitual, Barcelona cayó en manos de franceses. Luego Di Caprio ordenó a sus húsares soltar a los sabuesos tras los desertores suizos que iba a esconderse en Montserrat para crear un estado corsario libre y... un momento, que se encontraron entonces con un niñato con muy malas pulgas que quería matar franceses. Hicieron un trueque. Los suizos se quedaba con el niño y el niño se cepillaba él solito a 4000 franchutes.

Obviamente fue así, el niñato tocó un tambor y perdieron los franceses al creer que habían venido gentes desde las entrañas del infierno. Cuentan las viejas que cuando se enteró Napoleón ordenó invadir Rusia para ganar más batallas que ocultasen esa derrota. Pero no todo eran rositas. En Zaragoza, Agustina de Aragón, una moza buenorra, al igual que hizo el nano ese catalán, el timbaler, ganó ella sola a los francesitos.

Para acabar de apañarlo todo, fueron Teo Red, un rockero famoso y el escritor Francisco Javier Catañazos a Andalucía para jugar al póker. Al haber franceses aquí y allá, cogieron a 25000 soldados para retarlos. Para evitar derramar poca sangre no se retó el general francés a una partidilla, sino que hubo tiros y tal y volvieron a perder los franceses. Napoleón nunca volvió a ser el mismo. Mandó ejecutar a cien corderitos para calmar sus ánimos de venganza.

Cabrear a Malaparte salió caro, porque vino en persona a pisar la hierba española para que no volviera a crecer allí donde pasara él.

Llega el Emperador marcando terreno

Sí, sí, que vino en persona ante las cagadas que cometían sus generales. A Di Caprio hizo pasarlo por la quilla del mayor buque de guerra de la armada francesa, el Somport, bergantín de diez cañones. Pero basta de risas, porque Napoleón tomó por asalto Zaragoza, y aunque sus habitantes se refugiaron el la Romareda convirtiéndola en un verdadero búnker, los mamelucos la tomaron bañándose en la sangre de los maños.

Se prepararon cuerpos de mineros enanos para hundir los pasos montañosos que llevaban a Madriz, pero Malaparte envió a sus polacos para que se encargaran de ellos. De nada sirvió la última resistencia en las Minas de Moria, porque los polacos, sobre sus potrillos, quintuplicaban a los enanos en altitud y les pasaron por encima. Pepe Botella acudió en pijama a Madrid con rapidez, donde recuperó su ansiado osito de peluche, al que llamaba Luís XVIII. Napoleón le estampó la corona española en la cabeza y se marchó dejando un encargo: Que no se rebelen, ¿eh?. Y partió rumbo a la Operación Barbarroja, para tomar la U.R.S.S..

Mientras todo esto pasaba, los generales españoles se cagaban en los pantalones, pero para recuperar terreno decidieron atacar en Ocaña y Uclés, las aldeas gemelas de Bélgica, escenario de la película de las Dos Torres donde los panzers atacan a Bill Gates en el cementerio de gorilas. Eran los genios del bastón (de mariscal) Blake (apodado el loco irlandés), Palafox (el zorro del desierto) y Gregory House (conocido entre la tropa española como el doctor Gregorio matasuegras). Por órdenes de expresas de la Santa Inquisición, no se llevaron ni ballestas, ni pólvora no fusiles, que estaban todos prohibidos, y menos aún espadas, ya que era viernes santo y no de podía derramar sangre. Curiosamente, a pesar de las precauciones tomadas, que incluían siete padrenuestros, seis salmos misereres y la quema en la hoguera de sesenta herejes judíos, se perdió la batalla.

¡Llegan los ingleses... para ayudar!

Sí, curiosamente, después de 250 agradables añitos de peleas entre ingleses y españoles, estos vinieron a ayudar a liberar España con la excusa de hacer turismo. Llegaron en botes de remos los casacas rojas, temidos en Estados Unidos y la India. El jefe supremo era el duque de Wellington. Este llevaba 14 años leyendo folletines sobre Napoleón y se después de jugar al Cossacks II durante la Revolución Francesa y la Primera Coalición, era todo un experto en cañones y caballería y esas cosillas militares. Pero no estaba sólo. Con el venían los portugueses del general Viriato, dispuestos a vengar la quema de Oporto perpetrada por tracas de petardos franceses.

Corría el año 1810, y las cosas estaban empatadas, pero ganaban los franceses por gol average, ya que habían ganado más batallas. Pero Wellington aprovechó el envío de un convoy de 300.000 botellas de vino de la Rioja para tomar Badajoz por asalto y liarla. Tras ello torció a la derecha y finiquitó a 44.000 gabachos cerca de Salamanca, lugar donde rindió homenaje al culo de Miguel de Cervantes. Napoleón estaba en Rusia y no podía volver hasta que neutralizase a Stalin, así que Pepe Botella tuvo que arreglárselas él sólo. Lo primero que hizo fue hacer el equipaje, y lo segundo fue largarse a Valencia. Estábamos ya en 1813, y Wellington nos lanzaba como carne de cañón contra Vitoria.

En esos días, en Cádiz, los sabios escribían historietas cómicas, las famosas "Cortes de Cádiz", unas leyes guays que gustaban mucho a todos, por ello se pensó que, si volvía Fernando VII, se las iban a dejar aprobar, que estaría muy contento. Los franceses huían a Cataluña mientras eran perseguidos. Se llegó a las puertas de Francia y se entró sin pedir permiso al dueño. Este ya había vuelto de Rusia tras su derrota en Stalingrado y estaba cansado y cabreado, por lo que soltó a Fernando VII, que no quería irse, y obligó a Pepe Botella a devolverle la corona que le había quitado. Se hicieron fiestas grandes para celebrar la victoria y el retorno del rey.

Las primeras palabaras de Fernando VII fueron: ¡¡¡Queda prohibida la Constitución!!! ¡¡¡Quiero que los libegales se hagan míos!!!

Cosas típicas de la guerra

Guerrerillos

Eran más nocivos que la gripe aviar. Los franceses se referían a ellos como los vengadores.

Según un poema de la generación del 27, los guerrilleros eran unos cabrones con un par de cojones. Cuando, después de intentar ganar a Napoleón y a sus franceses tirándoles piedras desde los árboles, los soldados huyeron al monte, sus capitanes les dieron un par de ostias y les nombraron oficialmente guerrilleros. Si no habías sido derrotado en el campo de batalla, no podías ser nombrado guerrillero. Los famosestes jefes fueron "El bigotes", "Curro Jiménez", "El Cura Merino", del PP, Espoz y Mina (mina antitanque, para cargarse carros de caballos franceses), y otros de menos calaña.

Se dedicaban a todo tipo de trabajos limpios: desde quemar cuarteles franceses, hasta robarle el vino, pincharles las ruedas... Pero su principal diversión consistían en hacer emboscadas a los franceses y matarlos a todos menos a los sargentos calvos y gordos, a los que asaban vivos y dejaban colgados de los árboles. Napoleón puso en circulación una seria de chistes del Jaimito donde ridiculizaba a los feroces guerrilleros, y trató de que el Papa de Roma prohibiera la guerrilla bajo penas de excomunión, pero no tuvo éxito. Ante el fracaso de estas iniciativas se intentó armas fuerzas contraguerrilleras, pero estas se perdieron y no fueron localizadas hasta 1823 vagando por un bosque de Irlanda.

De guerrilleros los habían en cada esquina oscura de cada pueblo, lo que pasa es que no siempre se podían ver. Eran como los gatos negros con los que uno se cruza a veces por la calle. ¡Pom! Muerto. Napoleón destinó al cuerpo de coraceros imperiales a la caza de estos elementos nocivos. Por esp hoy es común, en los campos de Andalucía, cuando uno va a robar naranjas, tropezarse con alguna coraza francesa que se cayó por ahí.

Se calcula que cada día, la cifra de 300 botellas de vino, eran robadas por guerrilleros a Pepe Botella, lo cual fue, a la hora de la verdad, decisivo para que Napoleón perdiera la guerra. Los guerrilleros has sido fotocopiados en numerosas ocasiones por todo tipo de villanos, como el vietcong o los rebeldes irakíes, aunque estos últimos dan mucho menos miedo que el guerrillero español con trabuco que le cae a un francés en las narices de la nada y lo deja tieso de un arcabuzazo.

Las Cortes de Cádiz

En las Cortes de Cádiz se reunieron cientos de personalidades; aquí vemos, de izquierda a derecha, a Gaspar Melchor de Jovellanos, al Conde de Floridablanca y a Iósif Stalin.

Como dijo Groucho Marx, esta parte es un rollazo. Cuatro abueletes se dedicaron a contar chistes malos y a hacer el mono mientras se combatía al francés. Fue este el escenario donde José Millán-Astray pronunció el famoso: ¡Muera la inteligencia!, cuando el humilde banquero sionista morisco Bin Laden propuso suprimir la Inquisición Española. Este fue el tema más polémico, al igual que el de inaugurar la lotería nacional.

Andaban en aquellos días los vagos de toda España que no querían defender el jamón y el derecho a gandulear todo el santo día, en Cádiz, escondiéndose de los soldados franceses de Napoleón y su legión de inmortales persas. La ciudad estaba defendida por la Royal Navy y los submarinos nucleares soviéticos que el zar de todas las Rusias (la roja, la blanca y la vladimiriana) había enviado a aguas mediterráneas para atacar a Napoleón si quería invadirle. Pero la ciudad se había llenad de ciegos, funcionarios y otra gente de mal rollo. Con ese caldeado ambiente, los intelectuales se reuniron para debatir acerca de asuntos nacionales, cosa que nunca habían hecho antes.

Mientras España iba cediendo ciudades y terreno y los soldados huían, en las cortes de trataba de determinar que tipo de sugus era el más español desde un punto de vista anatómico, cosa que no llegó a concretarse hasta tiempos de Paco I el malo, que admitió que era el sugus de mandarina. Pero en Cádiz había temas de equiparable importancia que debatir. Se planteó hacer un túnel que atravesase el estrecho de Gibraltar, para así poder invadir Marruecos en caso de guerra (más bien que nos invadiesen ellos). Afortunadamente los gabachos llegaron a las puertas de la ciudad y la sitiaron a cañonazos.

Para evitar que todo el trabajo hecho se perdiese, se cogió un cuaderno de hortografía que nadaba suelo por allí y se apuntaron con vic cuatro leyes estúpidas que iban a sacar de las casilla a Fernando VII el hijo de la grandísima. Pero en fin, que los franceses perdieron, se fueron y vino el villano rodeado de curas cabroncetes para armar las guerras Carleras y retar a Riego a una partida de damas (a sabiendas de que el tonto de Riego no tendría a los 100.000 hijos de... para ayudarle).

Cruzdecaballero.jpg   Guerras   Cruzdecaballero.jpg

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